Todas las tarjetas de crédito disponen una financiación para que puedan utilizarla sus titulares en cualquier momento, y en función de sus intereses, aunque no sea obligatoria su aceptación. Conllevará unos tipos de interés muy heterogéneos, ya que sus oscilaciones entre unos u otros plásticos son muy fuertes. Normalmente quedan establecidos en una horquilla que va desde el 10% al 20%. Y en función de la tarjeta seleccionada, pero sobre todo, de la modalidad de aplazamiento de pago aceptada.
No obstante, y a través de ciertos modelos de tarjetas, contempla un aplazamiento breve en los pagos, de no más de tres meses, que se formaliza sin ningún tipo de interés, es decir al 0%. Para a partir de estos plazos, volver a la aplicación habitual de los tipos de interés, en las condiciones pactadas a través de su contrato. En la que cualquier demora en sus pagos está penalizados con recargos muy severos, que harán ampliar los gastos de los titulares de este medio de pago universal.
Las líneas de crédito, por otra parte, que presentan estas tarjetas varían también en función de sus modelos. Las tarjetas más básicas ofrecen financiación hasta 3.000 o 5.000 euros, mientras los modelos más exclusivos pueden llegar perfectamente a rebasar la barrera de 10.000 euros, incluso con importes más exigentes en algunas de ellas.